[Claudio Rodríguez y José Ángel Valente] tienen en común, más allá de su diversidad estética y expresiva, el carácter radical de su tarea, esto es, la desnuda y perentoria valentía con que se encaran a la búsqueda de lo absoluto en la palabra poética.
[…] ningún poema de Claudio Rodríguez es verdaderamente traducible a lenguaje lógico. En algunos, el significado es diáfano, y oscurísimo, en otros, sin duda incluso para el propio poeta, que desde el lenguaje intenta nombrar el mundo, a tientas, lejos de considerar que su percepción del mundo le convierta en señor del lenguaje.
[…] No sólo el castellano, por lo demás, sino Castilla misma está en el verso de Claudio Rodríguez: a lo universal, bien lo sabemos desde Unamuno, sólo puede en verdad llegarse desde lo local.
[…] Casi cada verso de Claudio resultaba y resulta en sí mismo definitivo e indeleble, en general imposibles de corregir salvo en detalles mínimos. Fuesen obra de un largo esfuerzo o de una inspiración inmediata, una vez escritos tenían el marchamo de lo perdurable, de aquello que podemos citar como si fuese no sólo una máxima de un poeta clásico sino incluso una cima de la poesía anónima de transmisión oral, al modo de ciertos versos latinos o de algunos pasajes del Romancero hispánico.